Desde siempre, el liderazgo ha sido una cualidad esencial para guiar e inspirar a las personas hacia el logro de objetivos comunes. 

No es casualidad que, después de décadas de modelos de liderazgo a menudo orientados al rendimiento o al cumplimiento, el que está resurgiendo hoy es el liderazgo amable: un enfoque que se centra en la importancia de promover la motivación y reconocer el gran valor intrínseco de la interacción empática y respetuosa entre los miembros de un mismo equipo. 

Un estilo de liderazgo que es ciertamente innovador, pero quizás no tanto.  

De hecho, con el «nuevo humanismo empresarial» ya hemos experimentado el surgimiento de un concepto crucial que enfatiza la importancia de las personas dentro de las organizaciones. Una nueva forma de concebir la empresa y las organizaciones en un sentido más general, donde la persona está en el centro de las decisiones empresariales y donde el enriquecimiento de las diferencias es el verdadero valor añadido. 

De la misma manera, el liderazgo amable no enfatiza el control autoritario, sino que se centra en apoyar y sacar a relucir las habilidades de cada persona.  

Y es por eso que se destaca por su capacidad para adoptar un enfoque colaborativo, basado en la escucha y el intercambio, que no pasa por los resultados, sino por la promoción de una cultura de confianza, respeto y gratitud por parte del líder. 

 

Entonces, ¿los resultados ya no importan? 

Un auténtico líder amable comprende que obtener resultados es importante, pero siempre pone el bienestar en primer lugar, trabajando duro para crear condiciones favorables para que las personas se autodeterminen y alcancen sus objetivos con conciencia y determinación. 

Sin embargo, es necesario tener en cuenta que ser un líder amable no significa decir siempre sí, sino más bien darse cuenta de que un «no» empático, muchas veces, puede ser más valioso que un «sí». 

Un estilo de liderazgo que incluye objetivos compartidos, resultados tangibles, respeto y colaboración. Estas son precisamente las características que hacen que una empresa sea atractiva, donde los jóvenes talentos pueden reconocer un entorno donde pueden expresar todo su potencial y sentirse valorados. 

El fenómeno de la ‘gran renuncia’, que ha visto aumentar su porcentaje de manera exponencial en nuestro país, a partir del período postpandémico, ha confirmado absolutamente la necesidad de que las personas vuelvan a diseñar sus prioridades, siendo el trabajo el indicador más impactante. 

Varios estudios están analizando actualmente el fenómeno de las grandes renuncias y las razones parecen ser diversas: desde el aspecto económico hasta una parte significativa de las personas que redescubrieron el gran valor del tiempo libre durante el confinamiento, ya no dispuestas a renunciar a él. Ahora buscan un lugar de trabajo que pueda conciliar mejor el equilibrio entre su vida personal y profesional. 

 

Pero, ¿cómo pueden las empresas contener este fenómeno tanto como sea posible? 

Una posible salida podría ser, de hecho, una forma diferente de experimentar la empresa y el trabajo.  

Un estudio de la Escuela de Negocios de Harvard ha demostrado que la amabilidad de un líder aumenta la confianza y, como resultado, el rendimiento de los empleados. 

Parece ser el único remedio contra la incertidumbre en un mundo cada vez más impersonal, donde el objetivo es sentirse como individuos en lugar de números. Las empresas pueden esperar un futuro solo si logran recuperar y restaurar algo de la humanidad perdida debido al Covid. 

El mundo del trabajo y las empresas, en el sentido más amplio, están formados por personas, y solo a través de la consideración hacia las personas podemos convertir nuestro entorno laboral en un lugar donde podamos expresarnos plenamente. 

¡La solución está en cada uno de nosotros! 

Sara GAMBERONI
Departamento de Recursos Humanos de Innovery